Simbolismo Virtudes y Derecho


SIMBOLISMO

Las Virtudes cardinales y teologales ilustran el Bien subjetivo: la Fortaleza lleva una rama de roble, emblema de Julio II Della Rovere; la Prudencia, de doble cara, se mira en un espejo y la Templanza tiene las riendas (la Justicia está en la bóveda). Representadas por angelitos, la Fe señala el cielo, la Esperanza empuña una antorcha y la Caridad sacude la bellotas de la Fortaleza.

Junto a la ventana, dos escenas históricas ilustran el Bien objetivo realizado por el Derecho canónico y por el Derecho civil: a la derecha, S. Raimundo de Peñafort entrega las Decretales a Gregorio IX (otro retrato de Julio II y, a su izquierda, tres de sus cardenales preferidos: Juan de Medici, futuro Clemente Vil, y, detrás de éste, Alejandro Farnese, futuro Pablo III, con Antonio del Monte). A la izquierda, Justiniano entrega las Pandectas a Triboniano. Muy inferiores a los del maestro, estos dos frescos fueron realizados quizás por el francés Guillaume de Marcillat.

ICONOGRAFÍA

En la teología católica, las «Virtudes Morales» o «Virtudes Cardinales» son aquellos modelos de conducta que disponen la voluntad y el entendimiento humanos para obrar según la razón iluminada por la fe cristiana. Se diferencian de las «Virtudes Teologales» en que no tienen como objeto el acercamiento a Dios sino el desarrollo de una conducta buena y honesta. Aunque desde época medieval los teólogos han tratado de justificar su existencia partiendo de algunos textos de la Biblia, lo cierto es que su origen está en la filosofía clásica. Platón describió en La República cuatro virtudes principales, así como la manera en que un individuo puede lograrlas: la Prudencia, que se deriva del ejercicio constante de la razón; la Fortaleza, que se ejerce mediante una conducta adecuada para cada caso, obrando según las emociones o el espíritu; la Templanza, que es la capacidad de hacer que la razón se anteponga a los deseos; y la Justicia, que lleva a un estadio moral superior en el que todo está en perfecta armonía. 

Posteriormente, otros filósofos como Cicerón, Marco Aurelio, Gregorio Magno y Tomás de Aquino admitieron la importancia de estas cuatro virtudes y profundizaron en sus propiedades. Por eso también fueron representadas frecuentemente en el arte, donde adoptaron la imagen de vírgenes guerreras que luchaban contra los vicios o los demonios. En ocasiones, las cuatro Virtudes Cardinales aparecieron unidas a las tres Virtudes Teologales formando un número total de siete, que se opone a los Siete Pecados Capitales. Toda esta tradición iconográfica fue sistematizada en el siglo XVI por Cesare Ripa, en su Tratado de Iconología, donde las virtudes se describen minuciosamente. 

La Prudencia, por ejemplo, está encarnada por una mujer que tiene dos caras, igual que el dios romano Jano. Está mirándose en un espejo que sostiene con una mano, mientras una serpiente se le enrolla en la otra. Los dos rostros simbolizan la capacidad de considerar tanto las cosas pasadas como las futuras, y el acto de mirarse en el espejo a la hora de tomar decisiones significa conocimiento de sí mismo, sobre todo de los propios defectos, a la hora de tomar decisiones. La inclusión de la sierpe se debe a un pasaje de la Biblia que dice «Sed prudentes como las serpientes», pero también al propio comportamiento de este animal cuando es atacado, que yergue la cabeza mientras amaga y se defiende con el resto del cuerpo. Otros atributos posibles, según Ripa, son una flecha sobre la que se enrosca un pez rémora, o un delfín envuelto en un ancla, que expresan en ambos casos el dilema entre las prisas por tener que hacer las cosas y la tardanza en tomar decisiones acertadas. También puede llevar un yelmo dorado, símbolo de las decisiones armadas de buenos consejos, y un ciervo, que por su conducta es un animal al que siempre se le ha atribuido la cualidad de la prudencia. Una versión más filosófica de esta virtud añade la calavera como referencia a la inevitable meditación sobre la vida y la muerte.

La Fortaleza, por su parte, se personifica como una mujer vestida con armadura o con una túnica de color leonado, que se apoya en una columna «porque de los elementos de un edificio éste es el más fuerte y el que sostiene a los otros», según Ripa. A sus pies suele aparecer un león, porque es uno de los animales que mejor representa esta virtud. A veces también se muestra a la Fortaleza en actitud de sofocar al león con una maza, significando su control sobre la temeridad y la arrogancia. Otros atributos posibles son un escudo y una rama de roble, que aluden a la capacidad de hacer frente a las pasiones y a la fortaleza del alma respectivamente. Así la representa Rafael.

La Templanza tiene muchas representaciones posibles que aluden indistintamente al equilibrio, moderación y autocontrol. Ripa la describe como una mujer que sostiene una rama de palma con la derecha y un freno con la izquierda. La palma es una planta que nunca se dobla por más que se la someta a fuertes pesos, levantándose siempre; y el freno hace referencia al dominio de las pasiones. Otros atributos pueden ser un péndulo referido al equilibrio necesario entre el movimiento y el reposo; un arco y unas flechas alusivos a la precisión requerida en las buenas acciones; o incluso un elefante, porque se trata de un animal que siempre ingiere la cantidad justa de alimento, sin rebasarla nunca. 

Finalmente, la Justicia es representada como una mujer de aspecto virginal, muy bella, vestida de oro o de blanco, que sostiene en una mano una espada desnuda mientras que con la otra sujeta una balanza. El color dorado del vestido le otorga condición de realeza, a veces destacada por una corona, pero si el vestido es blanco es símbolo de pureza. Su belleza es una cualidad divina que en ocasiones es enfatizada con una paloma, símbolo del Espíritu Santo. En cuanto a los otros atributos, dice Ripa que la balanza pesa las buenas y malas acciones, y que «la Divina Justicia marca la pauta de todas las cosas, mostrándose con la espada las penas que les aguardan a quienes delinquieron». Otros atributos posibles son una vara de juez, un cetro de dominio y una venda sobre los ojos porque «no ha de ver ni mirar cosa alguna mediante la cual los sentidos, enemigos de la razón, ejerzan como jueces». 

Sin embargo, en el modelo para el fresco de la pared de la Justicia quiso verse retratado con la actitud del humilde orante ante el Juez divino. Como un nuevo David, el papa enviaba sus oraciones (Salmo 141) de la tierra al cielo a modo de sacrificium. No obstante, en el fresco definitivo se encuentra representado un tema iconográfico totalmente nuevo y que ya no guarda ninguna relación con el fresco del Parnaso.

Así pues, los siete laureles corresponden a las siete trompetas del modelo de la pared de la justicia. San Juan Evangelista está sentado delante de su símbolo: el águila. Un angelote señala la visión del Dios Juez, que San Juan pone por escrito. El Evangelista se apoya contra un nudoso tronco de árbol, En la pared opuesta, la pared del Parnaso, debía estar representado, a la izquierda de la ventana, el tronco de un laurel; un poeta señalaba el tronco y lo mostraba al grupo de poetas que le rodeaba. En el modelo se podía reconocer a Petrarca –el poeta de Laura– detrás del tronco. El laurel es la metamorfosis de Dafne, la amada de Apolo. Para el dios Apolo, el laurel es sagrado. En el Parnaso, rodeado de Musas, toca la cítara; en cambio, en el fresco definitivo, hace sonar con el arco una lira pequeña. Si para el lado opuesto a las dos paredes con ventana estaba previsto representar árboles de hoja ancha, entonces, el árbol situado detrás de San Juan evangelista debía ser un roble, como árbol sagrado del padre de los dioses, Júpiter. Hay que recordar aquí, que, originariamente, estaba planeada, para la luneta de la Disputa, una figura femenina sobre una nube ante el pedestal de una columna.

El papa Julio II

En el lado de la ventana más cercano al fresco de la Disputa, está representada la figura de un papa coronado con la tiara. Julio presta sus facciones al papa Gregorio IX, el cual recibe las Decretales – el libro de las leyes del derecho canónico – de manos de Raimundo de Peñafort. Dado que el papa está representado, en una ceremonia solemne, en compañía de los cardenales Alejandro Farnesio, Juan de Médicis y Antonio del Monte, debemos interpretar su figura como la de un legislador. Al otro lado de la ventana está representado, también como legislador, el emperador Justiniano, al cual el jurista Triboniano, junto con una comisión de expertos en derecho, hace entrega de las Instituciones. Vasari, equivocadamente, quiso identificar el libro con las “Pandectas” de Justiniano. Pero el mismo Triboniano, el cual, por encargo del emperador, en diciembre del año 533 d.C. había cotejado las leyes de las Pandectas, había terminado en noviembre del año 533 un tratado jurídico con fuerza legal titulado Institutiones. La primera frase del libro primero de las Institutiones dice: “Justitia est constans et perpetua voluntas ius suum cuique tributans.” Así pues, la frase contiene, precisamente, la leyenda que se puede leer en las tabulae ansatae que se hallan detrás de la figura de la Justicia, en el medallón que Rafael pintó en la bóveda, sobre la pared que nos ocupa: Ius suum unicuique tribuit.

En la segunda frase de las Institutiones se define la Prudentia, que Rafael pintó, sobre la ventana, entre sus dos hermanas – las Virtudes cardinales Fortitudo y Temperantia: “Juris prudentia est divinarum atque humanarum rerum notitia, iusti atque iniusti scientia».

Anteriormente ya se ha señalado que el lema que se halla al lado de la figura alegórica de la Theologia, en el medallón situado sobre el fresco de la Disputa, podía proceder de este texto de las Institutiones justinianas: “DIVINA(rum) RER(um) NOTITIA”. En el modo distinto de representar al papa y al emperador, en sus respectivas hornacinas, en el acto legislativo solemne se puede reconocer la mayor plenitudo potestatis del papa. El emperador, coronado con laureles, se dirige hacia él. Al contrario, éste, con su triple corona está sentado de frente al espectador y con plenos poderes espirituales bendice el código. Sobre la representación del emperador, que tiene la espada del poder temporal, se yergue el árbol de los Della Rovere, el roble, como atributo de la Fortitudo. Aludiendo a la época dorada que llega de nuevo con el pontificado de Julio II, unos angelotes recogen las bellotas del árbol verde, también como referencia a los frutos del lignum vitae. Sobre la representación del papa, en cambio, está sentada la Temperantia, porque el papa, como vicario de Cristo, tiene el poder de unir y separar también en el cielo. En el fresco de la Disputa, bajo la Eucaristía, se halla un altar. Debajo de éste se dice en una inscripción: IULIUS II PONTIFEX MAXIMUS.

Julio II, por su nombre se presenta como sucesor del papa Julio I, pero también de Julio César. El papa mismo se denominó así en una ocasión, después de la conquista de Bolonia, en el retrato de una medalla, porque también Julio César, como todos los emperadores romanos que vinieron después de él, fue Pontifex Máximum vitalicio en la Antigua Roma.

El cambio del proyecto para la pared de la Justicia de Rafael en la Estancia de la Signatura sólo puede explicarse por una intervención personal del papa.

Con la convocatoria a un concilio en Pisa (1510–1511), apoyado por el rey de Francia Luis XII, la posición política del papa se había agravado. La autoridad papal no sólo se vio desprestigiada por los éxitos militares de los franceses en territorio papal, sino especialmente por la intención que el Concilio tenía de destituir a Julio II como papa.

Cuando Julio II, en la primavera de 1511, regresó a Roma de la campaña de Bolonia, tras fracasar en su intento de reconquistarla, se dejó barba. Rafael retrató al papa Julio II con esta barba como legislador. El papa había decidido no quitarse la barba hasta que el rey de Francia fuese expulsado de Italia.

Los juristas de la Curia pusieron en duda la legalidad del Concilio de Pisa y consideraron que sólo sería legal un concilio que convocara en Roma el papa mismo (en realidad en 1511 el papa ya tenía pensado convocar el concilio de Letrán). Por lo demás, sostenían que el papa no tendría que rendir cuentas a ningún concilio, sino sólo a Dios mismo. Esta plenitudo potestatis del papa delante del emperador y del Concilio es el tema de la pared de la Justicia de Rafael.

Escudo julio II

Esta mujer tenía que mostrar el escudo del papa Della Rovere, el roble dorado. Sólo podía tratarse de una sibila, concretamente de la sibila de Cumas (o Eritrea), a la cual, por sus profecías sobre la segunda venida de Cristo, incluía ya San Agustín entre los habitantes de su Civitas Dei. Aquí no vamos a analizar las múltiples alusiones al árbol del escudo de los Della Rovere que caracterizaron el programa originario de la Estancia de la Signatura. Incluso en los primeros proyectos de “El pecado original”, para la pechina que se halla sobre las paredes de la Justicia y de la Disputa –un grabado del primer proyecto lo conocemos a través de Marcanton– se hace una distinción entre un árbol de la vida (lignum vitae), en el cuadro un roble y un árbol de la ciencia (lignum scientiae), en el cuadro un ficus. En el escudo de los Della Rovere, al que la sibila del modelo de la Disputa señala, el roble dorado crece como símbolo del árbol de la vida. Por la misma época, Miguel Ángel iba a pintar en la bóveda de la Capilla Sixtina las guirnaldas de roble, que se derivaban del árbol del escudo de los Della Rovere, adoptado bajo Sixto IV. En la Civitas Dei (XX, 6) de San Agustín se comenta alegóricamente la profecía de Isaías (65, 22 secundum dies ligni vitae erunt dies populi mei); la dicha en la Civitas Dei es eterna como el árbol de la vida. San Agustín dice que incluso aquellos que dudasen de que el profeta Isaías, al hablar de los “días del lignum vitae” se estaba refiriendo a los días actuales de la “Ecclesia Christi”, deberían saber que el proprio Cristo era llamado, proféticamente, lignum vitae; porque Cristo mismo es la sabiduría de Dios (Sapientia Dei), de la que Salomón dijo: “Arbol de vida es para quienes se atienen a la sabiduría de Dios” (Pr. 3, 18).

El hecho de que estas referencias al árbol del escudo del papa Della Rovere fueran luego suprimidas en la realización no podía ocurrir de ninguna manera sin una orden expresa de Julio II.

Así pues, en el proyecto originario para la pared de la Justicia, a la derecha de la ventana, está representado, detrás del Evangelista, el tronco de un roble.

Según el dibujo del modelo, al otro lado de la ventana se encontraban la figura arrodillada del papa Julio II cuyo apellido era Della Rovere robur/roble. El papa, con la cabeza descubierta y todavía sin barba, se arrodilla en el suelo y, temeroso de la ira de Dios, aparece con las dos manos alzadas, orando humildemente. El papa se muestra en la actitud de humilitas del temor de Dios (timor Dei), que el rey Salomón había alabado como origen de toda “sapientia”. Un clérigo sostiene la tiara sobre su cabeza. El papa invoca a Dios, y precisamente con las palabras del Salmo 141 del rey David:

Oh Yahvé yo te llamo a ti
ven, apresúrate hacia mí.
Tiende el oído, a mi voz,
cuando yo te llamo.

Que se eleve mi oración
como incienso ante tu rostro
y que el elevarse de mis manos,
¡sea como el sacrificio de la víspera!

Se trata del texto del Antiguo Testamento, paralelo a la visión apocalíptica de San Juan, que debía estar representado sobre la ventana: “Vi luego a los siete ángeles que están ante Dios; les entregaban siete trompetas. Entonces otro ángel se acercó teniendo en la mano un incensario de oro y se paró al lado del altar… Luego, de la mano del ángel el humo del incienso subió, junto con las oraciones de los santos, a la presencia de Dios«.

¿Se hizo retratar el papa Julio en la pared de la Justicia como un nuevo David, como rey, profeta y poeta? En cualquier caso, el papa invoca a su Dios.