Coronación de Carlomagno

El fresco de la Coronación de Carlomagno es referido a la actualidad histórica. La noche de Navidad del año 800, el papa León III coronó, en la basílica de San Pedro, el rey de los Francos, Carlomagno, sacro emperador romano. La escena representa claramente una coronación imperial, y algunos detalles iconográficos -en particular el de los portadores de dones- corresponden perfectamente a la descripción que el Liber Pontificalis (1886¬1892, II, pp. 7-8) hace de la coronación de Carlomagno.

El título actual, la Coronación de Carlomagno, no corresponde al que se usara en el siglo XVI. Vasari, hablando de esta escena y de la de la pared adyacente dice textualmente “Sono nelle altre due storie, quando papa Leone X sagra il re cristianissimo Francesco I di Francia, cantando la messa in pontificale e benedicendo gli oli per ugnerlo ed insieme la corona reale… Nell’altra storia fece la coronazione del detto re, nella quale e il Papa et esso Francesco, ritratti di naturale, Tuno armato e l’altro pontificalmente…” (Están en las otras dos historias, cuando el papa León X consagra al rey cristianísimo Francisco I de Francia, cantando la misa en pontifical y bendiciendo los óleos para ungirlo y a la vez la corona real… En la otra historia hizo la coronación de dicho rey, en la que están el Papa y Francisco, retratados al natural, uno armado y el otro pontificalmente … ) (G. Vasari, IV, 1976, pág. 195).

La escena está compuesta en dos planos diferentes. El primer término está poblado de figuras que miran expectantes lo que ocurre en el segundo, que es la coronación. Al fondo, una pequeña ventana permite que penetre la luz en la estancia.

Laa atención dada al esquema arquitectónico de la escena se nota en la vista en perspectiva, que fue realizada in situ -sin cartón- en las primeras jornadas de trabajo, incidiendo el revoque con el uso de clavos, hilos y regla y trazando a mano libre los detalles más pequeños. Fue indudablemente el mismo Rafael quien realizó esta estructura extremadamente compleja, diseñada recurriendo a una serie de artificios ópticos, ya que era el único que poseía en ese sentido una educación adecuada. En la escena no hay nada que sea tan de mano suya como este elemento, sólo aparentemente secundario. No obstante, el maestro de Urbino siguió constantemente y de cerca la evolución del trabajo, “continuamente repasando todo”, como testimonia Vasari, o sea interviniendo -con toda probabilidad- en la fase de acabado. Sólo así se pueden explicar los improvisos saltos de calidad que el fresco denuncia en varios puntos, no obstante hubiera sido claramente realizado con la ayuda de un taller numeroso. Independientemente de la presión que la Corte o el mismo pontífice podían ejercitar sobre los tiempos de realización de los trabajos, y más allá de la cantidad de personajes que se debían representar, una indicación indirecta de la atención con la cual fue seguido el trabajo nos la da el número de las jornadas empleadas para realizar el fresco de la escena: 72 jornadas.