Este tema no deja de ser algo extraño en el conjunto de la decoración de la Estancia. Más, si consideramos que está relacionado con el pensamiento racional filosófico reflejado en La Escuela de Atenas. Representa a Urania, musa de la Astrología, junto con el mapa celeste que muestra con toda fidelidad el aspecto del cielo estrellado en el momento del Cónclave para la elección del nuevo papa.
Según parece, Julio II era un entusiasta y estudioso de la Astrología, de modo que no sólo manipuló hábilmente al Colegio Cardenalicio para garantizarse el apoyo de la mayoría, sino que además maniobró para escoger cuál era el monento más favorable, según los astros para el inicio del Cónclave en el que salió elegido Sumo Pontífice; en dicho cónclave, el más breve de la historia, obtuvo en la primera votación, 35 de los 38 votos.
El día 31 de octubre de 1503, tres horas después de la puesta de Sol, fue cuando los 38 cardenales electores se encerraron a deliberar y es precisamente este momento el representado con total fidelidad en el mapa celeste que muestra Urania.
En el fresco se aprecia el aspecto del cielo de Roma en ese instante. La constelación de Pegaso señalada en rojo y la Luna en el Medio Cielo. Según la mitología, Pegaso nació de la cabeza cortada de Medusa. Simbólicamente se relaciona con la virtud y la belleza inmortal que surge al cortarle la cabeza a los vicios y al odio y vive para siempre con las Musas.
En el fresco también encontramos otras constelaciones: Capricornio, en el círculo verde; Acuario, en el rosa; Piscis, en el azul y la ya mencionada Pegaso en el rojo.
Que el Sol se hallase por debajo del horizonte, en la Casa V, también ayuda al asunto de las artes.
Pero si nos fijamos bien en la carta astral de la elección, vemos algo muy interesante: la posición de la Luna, regente del Ascendente y dispositora final (rige o gobierna) de toda la carta y en el Medio Cielo. Cumple las siguientes normas o condiciones de la Astrología Eleccional en la tradición:
·No está eclipsada, ni bajo los rayos del Sol, ni en aspecto con las dos infortunas, ni en la Vía combusta, ni al final de un signo, ni en la Casa IX (Casa de su tristeza), ni en lento movimiento (al contrario, iba rapidísima ése día) y además, estaba en aspecto con Venus, la fortuna menor).
· Lo único “malo» de esta Luna es que se hallaba en conjunción exacta con el Nodo Norte y eso es algo que las normas antiguas consideraban poco afortunado. Asimismo, no parece que el signo de Aries sea demasiado bueno para la Luna, pero hay que tener en cuenta que el Papa había nacido bajo el signo de Sagitario y el trígono de la Luna le favorecía.
·El Ascendente en Cáncer, en el que encontramos la conjunción de tres planetas soberanos, Júpiter, Saturno y Marte. Esto es lo que decían los antiguos acerca de semejante configuración:
“Debes tener en cuenta que cada 30 años se produce la conjunción de Saturno con Marte en el signo de Cáncer.
Esa conjunción augura muchas novedades, ya que ése signo es el signo del mundo. Y cuando hacen la conjunción estos dos planetas en Cáncer significa una nueva época mundial, muchas cosas nuevas, muchos cambios.”
Quizá de esa conjunción y de ése día en el cual todos los planetas dependían en último término de la Luna y ella estaba en el signo guerrero por excelencia, se pueda deducir el motivo por el cual Julio II, tan gran mecenas, pasó a la historia con el sobre nombre de “el Papa Guerrero” a causa de las muchas batallas y de la intensa actividad militar que desarrolló.