«La fe y la razón son como las dos alas con las cuales el espíritu humano
se eleva hacia la contemplación de la verdad».
Juan Pablo II, Fides et ratio
Esta Estancia fue llamada de la Signatura porque, inmediatamente después de los trabajos, fue destinada para firmar y sellar los actos más importantes. Al principio, debía incluir la biblioteca privada del papa o al menos se proyectó para esa función. Por la división temática de los frescos (Teología, Filosofía, Poesía y Justicia) debemos imaginar estanterías de libros con sus correspondientes argumentos. La Estancia también habría servido como despacho del papa en el que hubiera ejercido las funciones jurídicas relacionadas con su poder pontifical, es decir, realizar la Signatura Gratiae. El programa pictórico de Rafael proporciona indicaciones en este sentido, aunque no disponemos de documentos que prueben que el papa Julio II ejerciese nunca aquí la Signatura Gratiae.
Rafael empezó a pintar a finales del verano de 1508. «Ad praescriptum luto», es decir bajo las instrucciones del pontífice, como escribió el humanista Paolo Giovio que fue un benefactor y amigo de Rafael, además su primer biógrafo. Por la fecha escrita en dos jambas de ventana, se sabe que el pintor concluyó sus trabajos en la Estancia en 1511, año octavo del pontificado de Julio II.
Antes que Rafael, habían trabajado en la Estancia, por encargo del papa, el Perugino, el Sodoma y otros pintores (como mínimo desde 1507), según nos cuenta Vasari en sus famosas Vidas. Vasari dice que Rafael pintó el primer fresco encargado por el papa para la Estancia de la Signatura –La Escuela de Atenas– a modo de prueba., según le narraron testigos que vieron a Rafael trabajar. Según él, el orden en el que fueron realizados fue el siguiente:en primer lugar, la Escuela de Atenas, después el Parnaso, a continuación, la Disputa y, finalmente, la pared de la Justicia. A niveles estilísticos esta supuesta sucesión cronológica presenta ciertos problemas.
El papa, según Vasari, ordenó destruir todo lo que había sido pintado, con anterioridad a la Escuela de Atenas de Rafael, por los artistas del círculo del Perugino en las otras paredes, para que únicamente Rafael decorara la Estancia. Restos de esta intervención de Perugino son los cuatro arcos fingidos que encuadran las grandes pinturas de la Estancia. Sin embargo, el complicado marco ornamental del techo –con el escudo de Nicolás V– es, con toda seguridad, obra del Sodoma. En cambio, las figuras alegóricas de la bóveda, situadas sobre los cuatro frescos principales, así como los cuatro campos pictóricos rectangulares enmarcados de las cuatro pechinas, ya son obra de Rafael.
El joven Rafael salvó gran parte del trabajo del Sodoma y, como signo de reconocimiento, lo retrató junto a su autorretrato en el fresco de La Escuela de Atenas.
En esta Sala se conservan las mayores obras maestras que pintó el joven Rafael: la Disputa del Sacramento y la Escuela de Atenas, como glorificación de la Verdad, revelada y natural. La idea de la Belleza sugerida por la Poesía, está demostrada en el Parnaso, y el Bien en las Virtudes Teologales y Cardinales y en el Derecho, ya sea éste canónico (S. Raimundo de Peñafort entrega las Decretales a Gregorio IX) o civil (Justiniano entrega las Pandectas a Triboniano). La decoración de la bóveda se remite, personificándolos, a los mismos principios. Así pues, el tema de la Estancia de la Signatura es el destino del Hombre dividido entre Conocimiento y Revelación, entre Belleza y Derecho.
Debemos al genio creador e innovador de Rafael el haber sabido representar conceptos tan abstractos, no con símbolos o alegorías, sino con figuras de «hombres ilustres», dando a esos contenidos filosóficos carne, movimiento, luz, color y vida.
Sin lugar a dudas fue algún erudito de la Curia, quizás Calcagnini, Ariosto o Inghirami, el que, bajo la dirección del Papa, debió proporcionar el programa de la primera estancia pintada al fresco, que debía exaltar las grandes ideas neoplatónicas de lo Verdadero, lo Bueno y lo Bello. Este tema, exquisitamente humanístico, se explica quizá por el hecho de que la estancia debía acoger la biblioteca del Papa. No hay dudas que la iconografía del ambiente fue creada por Julio II quien puso a disposición del pintor sus mejores teólogos, literatos y eruditos.
Aunque es más bien pequeña, la estancia de la Signatura es una representación de la naturaleza humana y su destino representados con gran sabiduría, eficiencia educativa y profundidad de pensamiento.
En el fresco han quedado algunos graffiti que dejaron los lansquenetes durante el Sacco di Roma (1527). En uno se menciona a Lutero; en otro, al emperador Carlos V y al Condestable de Borbón.