Las cuatro escenas de la vida de Constantino que forman el ciclo de dicha sala se asemejan a tapices, con una funcionalidad no solamente decorativa sino también de adoctrinamiento -que es realmente el aspecto más importante-, para lo que a fin de cuentas era la sala de audiencias papal y que representan el triunfo de la Iglesia católica en la historia. El emperador, derrota al enemigo Majencio, guiado por el presagio de la Cruz, es bautizado por el papa Silvestre y confiere Roma al pontífice. Flanqueando estas escenas encontramos una serie de pontífices, comenzando por San Pedro, y que pretende representar una «línea sucesoria» bien marcada entre pasado y presente, terminando por encarnarse durante las audiencias en la persona del Papa del momento.
Es la destrucción del viejo mundo (el ídolo pintado en la bóveda y hecho pedazos) que la Iglesia de Roma aún posee y conserva en sus valores positivos, es la primacía del poder espiritual sobre el profano, es la centralidad del papa, heredero genuino de Constantino y por lo tanto de todo el Imperio desplegado en la tierra. En resumen, este, es el mensaje que la gran sala de ceremonia de los Palacios Apostólicos debe comunicar
La Sala de Constantino, que continúa el programa político de las dos Estancias, ilustra la derrota del paganismo y el triunfo oficial de la religión cristiana, con la Aparición de la Cruz, la Batalla del Puente Milvio, el Bautismo de Constantino y la legendaria Donación de Roma por parte del Emperador al papa Silvestre. Antes de su muerte, el 6 de abril de 1520, Rafael tuvo apenas el tiempo de concebir la decoración de esta estancia que le había ordenado León X en 1517 y en la cual la decoración de las paredes, terminada en 1524, se debe totalmente a sus discípulos Giulio Romano y Francesco Penni. Son una serie de historias que tienden a subrayar la superioridad de Silvestre I sobre Constantino y, por lo tanto, la del poder pontifical sobre el poder imperial.
La Batalla y la Visión se refieren a episodios tomados de la Vita Constantini de Eusebio di Cesarea, libremente ambientados por Rafael en la antigua Roma. La narración de las cuatro historias se desarrolla como en una serie de tapices, encuadrados por ricos y elaborados bordes con follajes alternados a las armas mediceas: el anillo de diamante con las tres plumas y el lema SEMPER, el yugo con la palabra SUAVE y, finalmente, el globo de cristal atravesado por un rayo de sol con la inscripción CANDOR ILLESUS. La reevocación de la vida de Constantino se completa con los temas pintados en monocromía en el zócalo, subdivididos por parejas de cariátides que sostienen el escudo con los símbolos heráldicos de los Médicis.
Todo el programa iconográfico, con gran cantidad de detalles, nos guía hacia la idea de la legitimación del poder papal. La Sala de Constantino combina una «separación cronológica y teológica de la historia con una fusión simultánea del pasado en el presente… La decoración representa el pasado con la intención de estabilizar el presente y moldear el futuro…» El argumento visual de la Sala fue diseñado para realzar y apoyar la pretensión del Papa como cabeza de Roma no sólo en el plano espiritual sino también en el plano terrenal. Y lo hace aludiendo a los orígenes como capital cristiana para establecer una unión con su capitalidad presente.