Los ocho santos pontífices representados en el trono bajo baldaquines responden a un programa iconográfico unitario que iniciaba en la Sala de Constantino para concluirse en la Sala inferior o de los Pontífices. En efecto, los papas pintados en el aula superior preceden cronológicamente a los citados en las tarjetas pintadas en las lunetas del aula inferior, que indican probablemente los temas de una antigua decoración de la cual no quedan rastros. Ambos ciclos, pues, habían sido encargados por León X con la intención de celebrar a aquellas figuras papales que a lo largo de los siglos habían contribuido a reforzar el poder espiritual y temporal de la Iglesia.
Los criterios de esta elección, aclarados por las inscripciones en la sala inferior, no son tan evidentes en la de Constantino, donde debajo de los pontífices aparecen solamente sus nombres: Clemente I (con los rasgos de León X), Silvestre I, Urbano I, Dámaso I, León I, otra vez Silvestre I, Gregorio I. La repetición del nombre de Silvestre en el ciclo se debe a una obra de restauración, probablemente la que tuvo lugar en 1778 por el pintor Cristoforo Unterberger quien, en el momento en el cual se cerró el paso hacia la Sala de los Claroscuros, completó erróneamente como Silvester el nombre del pontífice Alexander, del cual solamente habían quedado visibles las tres últimas letras después de la ampliación de la puerta, realizada bajo Gregorio XIII.