Cuenta Ovidio en el libro VI de Las metamorfosis que Atenea, estando en un banquete, inventó la flauta a partir de los huesos de un ciervo. Pero cuando fue a tocarla, Hera y Afrodita se burlaron de cómo dicho instrumento deformaba su rostro. Atenea corrió a mirarse en un río de Frigia para comprobar que, ciertamente, aquel instrumento la afeaba. Acto seguido arrojó la flauta lejos y prometió terribles castigos a quien la encontrase.
El sileno Marsias tuvo la mala suerte de ser él quien encontrara la flauta maldecida por Atenea. Marsias, contento con su hallazgo y viendo que con él podía producir una bella música, decidió desafiar a Apolo y su lira para ver quién era capaz de producir el sonido más hermoso. Apolo aceptó el reto, pero a cambio estipuló el premio del vencedor: el vencido quedaría a su merced y sería tratado como el ganador quisiera. Como en un primer momento no hubo un resultado, Apolo desafío a Marsias a tocar el instrumento al revés –como hacía él con su lira– para ver quién era capaz de producir la música más bella de ese modo. Haciéndolo así, Marsias fue derrotado por la dulce melodía de la lira de Apolo y este, haciendo uso del derecho establecido por ser el vencedor, decidió que Marsias sería atado a un árbol y desollado. Sin embargo, poco después Apolo se arrepintió de su ira y rompió su lira.
Comenta Wind: «Marsias era un seguidor de Baco y su flauta era el instrumento báquico que despertaba las negras e incontroladas pasiones que entran en conflicto con la lira de Apolo. El enfrentamiento musical de Apolo y Marsias estaba relacionado, pues, con los poderes relativos a la oscuridad dionisíaca y a la claridad apolínea; y si este enfrentamiento terminó con el desollamiento de Marsias fue porque el desollamiento en sí era un rito dionisíaco, una trágica ordalía de purificación mediante la cual la fealdad exterior del hombre era desgarrada y se ponía al descubierto su belleza interna…» «La tortura del mortal llevada a cabo por el dios que le inspira fue un tema central en el resurgimiento de los antiguos misterios, siendo su ilustración en «Apolo y Marsias» sólo una de sus muchas variaciones. Su desarrollo más elaborado fue la historia de Amor y Psique, en la cual las ordalías sufridas por Psique para recobrar el Amor eran entendidas como estadios de una iniciación mística.»
La escena de desollamiento fue plasmada repetidas veces durante el helenismo. También Ribera pintó dos versiones de la misma. Naturalmente, es muy otra la visión de Marsias por Rafael. Es la eterna lucha entre los aspectos apolíneos y dionisíacos de la naturaleza humana, el caos y la mesura, tan opuestos y complementarios a la vez. Nietzsche desarrolló estos conceptos en su obra “El nacimiento de la tragedia” cambiando la visión racionalista de los antiguos griegos.
Marsias era un joven frigio que desafió a Apolo a un concurso de flauta. Las Musas declararon vencedor a Apolo y el dios, para castigar a Marsias por su soberbia y audacia, lo ató a un árbol y lo desolló vivo. Ribera repitió el tema en varias ocasiones, eligiendo el momento del castigo. Marsias aparece en un pronunciado escorzo -que recuerda al Martirio de San Pedro de Caravaggio- destacando su gesto de dolor, captado con soberbio naturalismo, y el realismo de su anatomía, conseguido gracias al tratamiento pictórico de la materia. El dios procede a realizar el castigo con sus propias manos y quita la piel de la pata del sátiro, mostrando un gesto alegre y complaciente. Al fondo observamos a los compañeros del perdedor que lloran de pena y rabia ante la visión del martirio, en un conjunto que se asemeja a las Pinturas Negras de Goya. La composición se organiza a partir de diagonales cruzadas, configurando los personajes de Apolo y Marsias un círculo subrayado por el manto del dios. La luz procedente de la izquierda crea un efecto de atardecer, especialmente en el celaje rojizo que reforzaría la dureza del castigo. Esa iluminación crea brillantes efectos de carácter pictoricista, inspirados en la pintura veneciana y Van Dyck. La anatomía de ambas figuras está perfectamente estudiada, demostrando una vez más la capacidad de Ribera para representar a sus protagonistas cargados de naturalismo. Pero quizá lo más sorprendente de la escena sea la captación psicológica de los sentimientos, perfectamente expresados por el maestro valenciano en una desgarradora imagen con la que Ribera se suma al pleno barroco.
El sentido del mito es que Apolo, el dios de la luz, es muy superior a Marsyas, que representa la naturaleza agreste y sombría, aún no depurada. En relación a la lira de Apolo, la flauta de Marsyas sólo emitía sonidos discordantes. Al desollar a Marsyas, Apolo le despoja de su piel de bestia y consigue que pueda manifestarse la vida pura, que fluye como un río vivificante. Así, más que un castigo, la operación del dios se convierte en una bendición.
Texto de Ovidio sobre Marsyas: “Metamorfosis” VI, 384-400
“Así, cuando no sé quién hubo referido de los hombres / del pueblo licio la destrucción, del sátiro se acuerda el otro, / al cual el Latoo, con su Tritoníaca caña venciéndole, / le deparó un castigo. “¿Por qué a mí de mí me arrancas?”, dice; / “ay, me pesa, ay, no vale”, clamaba, “la tibia tanto.” / Al que clamaba la piel le fue arrancada de lo sumo de sus miembros, / y nada sino herida él era; crúor de todas partes mana, / piel rielan sus venas; sus palpitantes vísceras podrías / enumerar, y diáfanas en su pecho las fibras. / A él los campestres faunos, de las espesuras númenes, / y sus sátiros hermanos, y su entonces también querido Olimpo, / y las ninfas le lloraron, y quien quiera que en los montes aquellos / lanados rebaños y ganados astados apacentaba. / Fértil se humedeció, y humedecida la tierra caducas / lágrimas concibió, y con sus venas más profundas las embebió; / las cuales, cuando las hizo agua, a las vacías auras las emitió. / Desde entonces el que busca rápido por sus riberas inclinadas la superficie / por Marsyas su nombre tiene, de Frigia el más límpido caudal.”