La tradición bíblica la tradición bíblica ha idealizado la figura del soberano, presentado como un hombre de gran sabiduría, paradigma de ponderación y justicia, en diversos pasajes de las Sagradas Escrituras, entre ellos el famoso Juicio de Salomón o la visita de la reina de Saba.
ESte episodio consistió en que, viviendo en una misma casa, dos prostitutas dieron a luz un niño cada una, con una diferencia de tres días. Una noche murió asfixiado el hijo de una de ellas porque ésta se recostó sobre el niño. Y mientras dormía la otra, cambió su hijo muerto por el niño vivo de su compañera. Sorprendida ésta, cuando descubrió aquel atroz engaño, exigió que se le devolviese su hijo; pero su petición no fue atendida por la madre del niño muerto. Y se enzarzaron en una tremenda disputa.
Para resolver el caso, acudieron al tribunal del rey. Y de nuevo, ante Salomón, discutieron: cada una decía ser la madre del niño vivo. Entonces dijo el rey: “La una dice: ‘Mi hijo es éste, el que está vivo; el tuyo es el muerto’. La otra dice: ‘No, tu hijo es el muerto; el mío, el que está vivo’”. Y el rey añadió: “Traedme una espada”. Enseguida presentaron la espada al rey, y el rey ordenó: “Partid en dos al niño vivo. Dad una mitad a ésta, y otra mitad a la otra”. La mujer de la que era el hijo vivo, al conmovérsele las entrañas por su hijo, suplicó al rey: “Por favor, mi señor, dadle a ella el niño que está vivo. No lo matéis”. Pero la otra decía: “Que no sea ni para mí ni para ti. Que lo partan”. Entonces habló el rey y dijo: “Dadle a la primera mujer el niño que está vivo, y no lo matéis. Ella es su madre”. Todo Israel se enteró de la sentencia que había dictado el rey, y sintieron temor ante él porque veían que la sabiduría de Dios estaba con él para administrar justicia (1 R 3, 23-28)
Además de exaltar la justicia y sabiduría de quien ejerce el poder político legítimo (el que proviene de Dios en el caso de los Papas), resalta el valor del amor maternal, que prefiere renunciar al propio derecho por el superior interés del hijo, en contraste con la maldad de la envidia, que prefiere el mal ajeno aun sin provecho propio.
La utilización de la espada como símbolo del poder y la justicia, y la prudencia que debe tener el gobernante a la hora de usarla, es un tema muy frecuente en la historia del arte y que se relaciona con la manera en que Alejandro Magno afronta el problema del nudo gordiano; nadie había podido deshacerlo en siglos, y el decide cortarlo con su espada, lo que le convirtió en ejemplo de resolución.